jueves. 30.10.2025

Genocidio no es un término negociable

Según el Código Penal español, comete delito de genocidio quien, con propósito de destruir un grupo nacional, étnico, racial o religioso, somete a un grupo o a sus individuos a condiciones de existencia que pongan en peligro su vida o perturben gravemente su salud. También comete delito de genocidio quien lleve a cabo levantamientos forzosos del grupo o sus miembros. En el momento en que las Cortes Generales españolas se reúnan y aprueben una ley orgánica en que se establezca que el delito de genocidio consiste en una conducta distinta de la anterior, solo entonces, podremos decir que el genocidio es otra cosa. Todas las leyes nacen de las iniciativas de los grupos políticos que las presentan, pero, una vez que se publican en el boletín oficial del estado, toda ley es general y posee carácter objetivo. Por lo tanto, afirmar que lo que el gobierno –que no el Estado– de Israel está realizando con el pueblo palestino no es un genocidio equivale a afirmar que matar a otro no es un homicidio.

La invasión de Gaza por Israel no es una guerra. Ocurre un conflicto armado cuando se recurre al uso de la fuerza armada entre dos o más Estados, cualesquiera que sean los motivos o la intensidad del enfrentamiento. Así se establece en el Derecho Internacional Humanitario. Dado que Palestina es un pueblo y no Estado, no puede afirmarse que exista una guerra entre Palestina e Israel. Si la comunidad internacional hubiera otorgado el reconocimiento como Estado a Palestina probablemente el conflicto sería de otra índole. Pero la cobardía y los intereses internacionales han ido postergando el necesario reconocimiento internacional al pueblo Palestino de manera que no hay tal Estado.

La conducta que observan algunos políticos resulta especialmente manipuladora ya que tratan de retorcer el lenguaje para retorcer las ideas y, retorciendo las ideas, se pervierte el pensamiento. Forzando las palabras hay quien puede afirmar que no hay un genocidio en Gaza, o quien elude pronunciar este término porque las consignas de su partido así se lo ordenan. Es una cuestión de obediencia. En el seno de un partido político se produce la paradoja de que la beligerancia en las opiniones es directamente proporcional a la sumisión a la organización.

Y es esa obediencia agresiva, generalmente evacuada a través de una red social, lo que poco a poco está pervirtiendo conceptos objetivos. En consecuencia y después de amasar suficientemente las palabras, resulta que el gobierno agresor se llama a sí mismo “víctima” y que a la población masacrada se la denomina “agresora” Generalmente, todos los victimarios son expertos en llamarse a sí mismos “víctimas” como si esta perversión intelectual les eximiera de sus responsabilidades éticas. Por medio de la relativización de ideas y de su constante repetición pudo llegar a negarse ese otro genocidio, la más fiel e inmunda representación del infierno que la civilización moderna parece estar olvidando.

Genocidio no es un término negociable