Es 31 de enero de 2020; Boris Johnson, conservador, primer ministro del Reino Unido, anuncia: “Esta noche, nos salimos de la Unión Europea” y termina: “Este es el momento en el que amanece y se levanta el telón para un nuevo acto”. Al día siguiente, 1 de febrero de 2020, el Reino Unido dejaba de ser miembro de la Unión Europea”. Han pasado cinco años, y el sentimiento generalizado es de arrepentimiento.
Casi el 60 % de los británicos piensa que, abandonar Europa fue un error. El 70 % de los jóvenes, que no pudieron votar, considera que fue una mala idea; y lo más determinante: un 23 % de los votantes que optaron por abandonar Europa, hoy, votarían por la permanencia. Sin embargo, el primer ministro actual, el laborista Keir Starmer, no es partidario de repetir el referéndum. Sería mucho el descrédito para el Reino Unido y una oportunidad para darle alas a la ultraderecha antieuropeísta.
Starmer se enfrenta a una disyuntiva, que nadie esperaba, y en la que, antes o después, tendrá que escoger si acercarse al Estados Unidos de Donald Trump, con la falsa esperanza de que les perdone la política de aranceles, o, de nuevo, a Europa. La economía ha ido claramente a peor, y necesita reforzarse a través de acuerdos. Hace unos meses, el gobernador del Banco de Inglaterra invitó al Gobierno a “reconstruir las relaciones” con la Unión Europea.
Porque de acercamientos al Gobierno Trump, parece ilusorio. “El objetivo de Elon Musk es derrocar al laborista Keir Starmer y liberar al Reino Unido de su gobierno tiránico”. ¡Ahí queda eso! En definitiva: El Reino Unido tiene que reconstruir su economía, y su papel en el mundo. Y para ello, lo primero y esencial es que todos los que promovieron el Brexit reconozcan su error, y pidan perdón. En un mundo global, los separatismos, guiados por ideas nacionalistas excluyentes, nunca son buenos.