No es arriesgado asegurar que, el odio está en el origen de todos los males que hoy hacen de la política algo insoportable. La política que es, -debería ser-, el eje central de toda actividad, de todo debate, de toda discusión. La política, por mucho que algunos lo impidan con su actitud, es la esencia en el funcionamiento de cualquier colectividad. La política es la que nos marca, -nos debería marcar-, la pauta en el trabajo para conseguir que la sociedad avance, y avance mejorando. Y el odio es su principal obstáculo.
Y, ¿por qué impera el odio en determinados ambientes? El odio no es algo que surge con espontaneidad, no es algo que viene del cielo, no es algo que trae el viento, o los pájaros. El odio se va fabricando poco a poco, con toda intención, hasta que cala en el ambiente sociopolítico. El odio es fabricado por aquellos que no tienen propuestas que aportar al debate, que no quieren un debate clarificador, que no les interesa que se conozcan las verdaderas motivaciones por las que están en política. Solución: alcanzar el poder sembrando el odio hacia el adversario.
Qué bonito, que atractivo, que constructivo, hasta placentero sería, que los líderes políticos, los que están ahí para solucionar nuestros problemas, los viésemos defender sus posiciones ideológicas, sus fórmulas, sus propuestas, con calor, con pasión, con entusiasmo; pero con deportividad, con empatía, con respeto, con buena educación, con ilusión. Sí, sí. Ya lo sé. Soy un iluso, alejado de la realidad, soy un utópico; pero gracias a las utopías el mundo es siempre mejor que el anterior. Se puede conseguir, si la mayoría piensan así, y dejan en minoría a los que tienen otros intereses, menos políticos, y más bastardos.
Pero hay que añadir algo más. Cuando el odio se siembra, se practica, en el Congreso de los Diputados, o en tertulias, o en ruedas de prensa, es malo, porque priva al ciudadano del verdadero debate. Pero ahí no está lo más grave; lo más grave es, cuando ese odio se traslada al ciudadano de a pie, a la barra del bar, a la reunión de amiguetes. Ahí es donde, se inicia el proceso de incubación que pone en riesgo la convivencia y las buenas relaciones indispensables en una colectividad.
