domingo. 14.09.2025

El delito de difundir grabaciones y comunicaciones

Koldo García impuso que él tenía que ser conocedor de todo lo que sucedía en el domicilio del ex ministro José Luís Ábalos. El contenido de los audios que se han dado a conocer este verano resulta ciertamente repugnante e informa de la verdadera estatura de la masculinidad del referido ex ministro y de su guardaespaldas. Sin embargo y, a pesar de que los dos interlocutores alardeen en sus conversaciones de una sexualidad nauseabunda, lo relevante a efectos jurídicos y políticos no es cómo “se lo monta la Carlota”, sino que uno estaba grabando al otro y que Koldo García invadió la intimidad de José Luís Ábalos hasta controlar todo lo que pasaba en su propia casa. Si, después de instruir las correspondientes diligencias judiciales, se considera probado que Koldo García no daba abasto a grabar sus edificantes diálogos sobre repartos de dineros y prostitutas, se pondrá de manifiesto que el citado Ábalos no es esa fiera astuta de la política nacional que se nos ha presentado. Efectivamente, resulta contradictorio que, apareciendo José Luís Ábalos como un genio y estratega político, no previera que sus conversaciones fueran grabadas por un amigo repentino que le adhirieron cuando arribó al olimpo de los elegidos. Hablar con tanta ligereza no es compatible con su aparente agudeza mental propia de un Maquiavelo a la española, Richelieu reencarnado, el mismísimo Oliver Cronwell en el reino de España.

Si Ábalos fuera tan astuto, no habría confiado en ese amigo que está presente en sus actividades diurnas y nocturnas. Las cautelas propias de su sagaz mirada no le habrían permitido confiar en un señor que actúa como guardaespaldas incondicional y que, simultáneamente, tira de la lengua mansamente cuando habla de presuntas comisiones. Si, en fin, el ex ministro José Luís Ábalos fuera tan sibilino, se habría cuidado de hablar por teléfono sobre temas que atañen a su intimidad. En otro sentido, puede que José Luís Ábalos sea más astuto que Winston Churchill y tan estratega como Napoleón y que, sin embargo, asuma el riesgo de que un tan Koldo conozca sus intimidades debido a un inusitado sentimiento de impunidad y omnipotencia, lo que añadiría gravedad al asunto.

Sin embargo, es preciso distinguir el sainete y el esperpento de la sistemática vulneración del derecho fundamental al secreto de las comunicaciones y a la inviolabilidad del domicilio. La promiscuidad sexual pagada es de muy mal gusto, sobre todo si se paga con el dinero de la bolsa común. Pero lo más preocupante es que los audios se hayan podido realizar. Si la vida personal de un ministro es tan vulnerable, ¿qué seguridad posee la vida personal de cualquier ciudadano? Si se prueban los pagos ilícitos, puede quebrar la confianza legítima del ciudadano en los poderes públicos. Este es el problema. Vulnerar el secreto de las comunicaciones y grabaciones, difundiéndolas,es delito, por lo que habrá que tratar el tema mucho más en serio.

El delito de difundir grabaciones y comunicaciones