jueves. 25.04.2024

Un acto de fe

Artículo escrito por Rafael Toledo
OFRENDA
OFRENDA

Que las palabras son como las personas es algo que se me acaba de ocurrir, seguramente un disparate de idea. Pero como quiero defender mi opinión, me explicaré: Palabras o vocablos los hay de todas clases y tamaños, algunas son sencillas y bonitas, otras son soberbias y altivas, las hay diferentes y rimbombantes, e incluso a muchas se las puede acusar de ser escandalosas y altisonantes. Por su tamaño serán grandes o pequeñas en función del número de sílabas, si llevan acentos o diéresis es como si llevasen bufandas, gorros, guantes o sombreros. También pueden ser serias o divertidas, otras son extremadamente técnicas y enrevesadas, muchas de éstas las utilizan los políticos para no decir nada, son palabras de relleno aunque suenen pomposas, son palabrejas engañosas. Pero frente a ellas existen otros términos que van directos al asunto, son tajantes y definen hechos incuestionables como vida o muerte, las dos caras de la moneda.

Hay tantas clases de palabras como tipos de personas y además, suelen tener vida propia, las palabras tienen sus cosas y siempre quieren ser libres y bien utilizadas. De vez en cuando nace alguna nueva y el acta de nacimiento lo certifican esos señores académicos que casi nadie conoce, unos personajes que suelen pensar y escribir, unos tipos cada vez menos serios y envarados aunque alguno llegue a ser insolente y provocador, y eso está bien. Algunas palabras que acaban de aparecer casi nacen sabiendo utilizar el móvil y los nuevos cacharros tecnológicos. Algunos osados pretenden sustituirlas por unos dibujos que llaman emoticonos, quieren infantilizarlas y no saben que a los niños les encanta jugar con las palabras, las cogen como si fuese plastilina y al final terminan dándole la forma correcta, no existe nada tan divertido como observar a un nene cuando empieza a hablar.

Pero es una pena que los más jóvenes utilicen en su vocabulario muy pocas palabras, habrá que empeñarse en explicarles las bondades y los beneficios de la riqueza del lenguaje y su diversidad. No se dan cuenta, pero es un aviso de su falta de atrevimiento ante las inmensas posibilidades; tío, tía, tronco, guay, mola se parecen mucho a pasta, hamburguesa, perrito y patatas fritas, y algunos de ahí no salen.

En esta ocasión y para empezar el año me proponen la palabra "OFRENDA", e inmediatamente la asocio a otra que dicen puede ser su sinónimo, pero que también puede significar otras cosas, me refiero a SACRIFICIO. Estos dos vocablos suelen ir unidos o condicionados porque la ofrenda siempre demanda un sacrificio.

Estos términos me trasladan a viejas civilizaciones y me conducen a un altar, a sacerdotes y hechiceros, a boato y ceremonia, pero también a costumbres bárbaras y sangrientas fruto de la ignorancia.

Y sin embargo, ahora, en los tiempos que corren ofrecemos sacrificios menos trágicos y cruentos, pero siempre con el mismo sentido, esperando conseguir una recompensa emocional o espiritual. En nuestro altar personal e íntimo hemos sustituido a la doncella o el carnero por un bien del que nos cuesta prescindir, a veces algo inmaterial como dejar un vicio o una mala costumbre y, a cambio, esperamos recibir energías positivas que nos ayuden a transitar en una nueva etapa.

Este hecho concreto siempre suele realizarse al iniciar el año, después del derroche navideño tratamos de reconducir nuestra conducta y ofrecemos nuestro empeño en cambiar los malos hábitos haciendo propósito de enmienda.

En este nuevo ciclo que empieza tenemos razones suficientes para hacer ofrendas personales y colectivas esperando soluciones a las grandes asuntos que nos afectan. Sobre el sacrificio y la renuncia ya llevamos unos meses de clases avanzadas que nos han puesto al día sobre nuestra fragilidad como especie, desgraciadamente no todas las sociedades podrán ser recompensadas a pesar de que todos ofrezcamos lo mejor de nosotros.

En cualquier caso, la ofrenda siempre supone un acto de fe en aras de una posible satisfacción, aunque ésta sea anímica o espiritual, porque el futuro es impreciso y no sabemos si los dioses consideran suficientes nuestros sacrificios y renuncias para este año que se supone esperanzador, otra cosa es que nos las concedan.

Mis compromisos particulares para este tiempo nuevo serán moderar esos hábitos que me empujan a ser poco tolerante, y por supuesto y aunque no entiendo muchas medidas de las que se toman, seguir aceptando con obediencia y resignación las normas que pretenden prevenir los efectos de la pandemia que nos asola.

Globosonda: Texto para la Caja Negra del mes de enero del 2021

Un acto de fe